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Reto: Winter is coming
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En la pequeña aldea todo comenzó a torcerse al llegar el crudo invierno. Los lapones, acostumbrados al frío, no podían creer que aquel año fuese tan malo. tendrían que hacer verdaderos sacrificios para subsistir hasta la llegada de la primavera. Los hombres salían a pescar cada día mientras las poquísimas horas de luz lo permitían.
Entonces, algunos hombres empezaron a no volver a casa después de ponerse el sol. Desaparecían sin dejar rastro. Otros, volvían con un brillo distinto en sus ojos y con oro, que decían haberse encontrado pescando. Fuera lo que fuese, algo raro estaba ocurriendo con los hombres. Algunos comentaban que habían visto a tres damas de inusual belleza merodeando por la zona, claramente forasteras, vestidas muy ligeras de ropa y que, se diferenciaban de las demás mujeres por tener cola de vaca y que si no las obedecías, te mataban.
Aquel día, Jarko se propuso encontrar a su padre. Dos semanas desaparecido eran demasiadas para él, su madre y su hermana.
Al llegar al lago, había una mujer de espaldas, arrodilla en el suelo, bebiendo agua helada. Estaba completamente desnuda, por lo que vio como una cola de vaca le salía de la parte baja de la espalda. Quiso quedarse quieto pero, al dar el último paso, la mujer se giró. no parecía tener frío ni sorprenderse por su presencia. Se levantó y se dirigió hacia Jarko, sinuosa. Quería acostarse con él allí mismo. El chico, que no tenía más de quince años, le dijo que no era buena idea. La Huldra furiosa, intentó arrancarle los ojos con sus largas uñas, pero Jarko le cortó la cola de un tajo con el hacha del pescado y la fiera murió desangrada. Entonces corrió hacia la aldea a contar lo sucedido para acabar con las otras dos Huldras.
A los quince minutos llegó Martín del trabajo que fue directo a la ducha a prepararse para la celebración. Había pasado los dos últimos días encontrándose fatal y tenía mala cara. Quería espabilarse un poco. Una hora después, empezaron a llegar los demás comensales: Antonio y Marisa, los padres de Martín. Miguel, el viudo padre de Úrsula, junto a su otra hija Rebeca y el marido de ésta, Gabriel. En total, siete personas además de Roxana.
Nada más sentarse a la mesa, todo el mundo se dio cuenta de lo mal que se veía Martín. Entonces, unas pústulas que iban del amarillo al verde empezaron a brotar y a explotar antes de terminar el segundo plato y un olor nauseabundo lo inundó todo. Las cosas ocurrieron demasiado rápido como para poder asimilarlo. Martín cayó al suelo entre temblores y una espuma blanca saliendo de su boca y, aunque Roxana sacó a relucir todo sobre primeros auxilios que sabía, el hombre murió. Todos se miraron horrorizados durante unos segundos sin articular palabra, hasta que una Úrsula fuera de sí, se lanzó sobre el cuerpo de su marido gritando su nombre. Roxana intentó consolarla. Como robot, no podía permitir que un humano sufriera, ya fuera por dolor físico o emocional. Había sido también programada para ello, pero no contaba con que en un momento dado Martín resucitara y de un bocado, le arrancara la nariz a su esposa. A partir de ese momento, el caos se apoderó de la estancia. Roxana no sabía qué hacer por primera vez en su existencia. No podía dejar que su madre fuera atacada por su padre, pero tampoco podía atacar a su padre.
Shinny Upatree, cofundador de la Aldea con Papá Noel y viejo amigo suyo, no sabía qué más hacer. Le había llamado al móvil, enviado correos electrónicos, un par de cartas a mano. Incluso lo intentó con un telegrama y un burofax. Pero nada, no contestaba.
Y por último, Pepper Minstix, el guardián del secreto de la localización de la Aldea, que en vista de las tres personas que allí se encontraban, no había guardado demasiado bien dicho secreto.
—¿Se puede saber qué hacen aquí? —dijo Pepper Minstix con el ceño fruncido— Si no son hadas, elfos, enanos… ni tan siquiera nuestra más acérrima competencia, el sabelotodo Melchor, Gaspar el rubiales y Baltasar el favorito de los niños… se les prohíbe la entrada a este lugar.
—A ver… —comenzó a decir el padre— siendo usted un ayudante de Papá Noel, debería ser un poquito más simpático. Por lo menos, con la niña delante. Soy abogado y sé que es totalmente legal estar aquí. Si no, ¿por qué tienen una página web?
—¿Una página web? ¿En Internet? Creo que se confunde. No somos un parque de atracciones.
—Perdón Pepper —añadió Shinny Upatree— lo acabo de mirar, y sí. Nos estamos ofreciendo como un lugar en el que los niños pueden visitar al señor de rojo…
A Pepper Minstix casi le da un desmayo pero, entre Alabaster Snowball y Bushy Evergreen le ayudaron a reponerse. Ante el negro devenir de las navidades que se le presentaba ante sus ojos, no sabía qué hacer. Sin Papá Noel la campaña de este año iba a ser una hecatombe a nivel mundial. Entonces Sugarplum María preguntó cómo se llamaban. Ellos le dijeron que eran simplemente los papás de la niña. Que la importante allí era la niña de nombre, Noelia.
—¿Noelia? ¿Pero qué me estás contando? ¡Te llamas igual que nuestro jefe!
Sugarplum se quedó pensativa unos instantes, hasta que decidió hacer un corrillo con sus otros cinco compañeros. Estuvieron debatiendo durante media hora, hasta que encontraron una solución momentánea a sus problemas.
—Pues bien, Noelia. Y papás —empezó a decir Shinny Upatree—. Ya que Papá Noel ni está, y parece ser que ni se le espera, hemos consensuado mis compañeros y yo, que como esta maravillosa criatura se llama como nuestro queridísimo jefe, podría ser quien entregase los juguetes a los niños estas navidades. ¿Qué les parece?
—Pero a Noelia aún le quedan unos días de colegio, y nosotros debemos presentarnos a nuestros trabajos —dijo la mamá algo alterada.
—No se preocupen por eso. Haremos unas llamadas. Tenemos un gran poder de persuasión —respondió Upatree.
—¡Yo quiero! ¡Yo quiero! ¡Yo quiero! Sí, por favor papás. Por favor…
Al final, los padres accedieron. Los ayudantes de Papá Noel movieron sus hilos mágicos e hicieron las llamadas pertinentes para que no hubiese ningún problema para Noelia o sus papás. Los días pasaban tranquilos pero con mucho trabajo qué hacer. A los papás les vistieron como ayudantes, y a Noelia le hicieron un precioso vestido rojo con detalles blancos.
El día 24 de diciembre todo estaba listo para la gran entrega de regalos. Noelia, arropada por todos, sería la cara visible de este año. Cuando de pronto un sonoro "Ho, Ho, Ho" resonó tan fuerte que hizo caer la nieve del tejado. Eran Papá y Mamá Noel que venían en un trineo improvisado tirado por seis delfines.
—¡Hola a todos! No nos vais a creer todos los problemas que hemos encontrado para poder volver a casa. Ni pudimos comunicarnos de ninguna manera. Espero que a pesar de todo, el trabajo se haya ido haciendo y no sea tarde. Ho, Ho, Ho.
—Estábamos a punto de salir —dijo Shinny con una gran sonrisa por ver a su viejo amigo—. Noelia, iba a hacer de ti este año porque no estabas. Luego te contamos la historia.
—Ho, Ho, Ho ¡Eso es una genialidad! NOELIA. Vaya nombre más bonito. Ya que los dos estamos aquí… ¿Qué te parece si repartimos los juguetes juntos?
—Sí, sí, sí, y mil veces siiiii —dijo la niña saltando sin parar.
Y así es como durante aquella noche de Navidad, Noelia y Papá Noel dieron la vuelta al mundo repartiendo regalos y felicidad. Y si la felicidad no era posible porque algunos niños lo pasaban mal al vivir en países pobres o en guerra, les dejaban también un poquito de esperanza y los mejores deseos.
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Fotograma de la película «Circumstance», de Maryam Keshavarz. EEUU, 2011 |
Aleah es israelí y su nombre significa "inmigrante". Ella es una de las mujeres soldado que hay en Jerusalem. Desde pequeña, su familia y su entorno le inculcaron que los palestinos eran los malos...
El nombre de Naouar significa "flor" y su familia es de Palestina desde varios siglos atrás. Siempre, toda su familia y su entorno le dijeron que los israelíes eran los malos...
Los gritos de Naouar la alertaron. Aleah, desde el otro lado del muro, podía ver como un hombre llevaba a la fuerza a una mujer.
—¡No me gustas y no me voy a casar contigo! —sollozaba Naouar.
Pero el hombre ni se inmutaba. El padre de Naouar veía con buenos ojos aquella unión en donde ella no tenía ni voz ni voto.
Aleah quería pensar que lo que ocurría con aquellos dos no le incumbía. Podría tratarse de una trampa y ser víctima de un atentado terrorista. Pero, los ojos de Naouar imploraban salvación. Esos ojos negros clavándose en los verdes ojos de Aleah y también en su corazón.
Lo que iba a hacer era una locura y podía acabar en desastre, así que no se lo pensó. Fue hacia la pareja y golpeó la cabeza del hombre con su fusil y luego, con un machete le cortó el cuello para no tener que disparar y no hacer así demasiado ruido. Cogió de la mano a la mujer y la llevó a su territorio. Allí le dijo que se quitara el velo para parecer "más occidental" y le dio un papel con indicaciones para ponerse a salvo.
Naouar, obedeció a aquella mujer soldado. Ambas sintieron un indescriptible calor en el pecho.
Al volver Aleah a casa de noche, Naouar la esperaba. Al verse se fundieron en un beso liberador.
Eran dos mujeres que se amaban.
Mis niños ya son hombres. Han pasado veinte años desde que dejamos aquella casa del horror donde se pasaban muchas noches sin pegar ojo, escuchando como papá pegaba y trataba mal a mamá porque la sopa estaba fría o a la camisa se le había caído un botón. Según X, porque no tenía ni puta idea de nada.
—Mamá, tu comida está siempre buena. ¿Por qué papá es malo contigo? —me dijo un día mi David.
—Anda, mi amor. Tú come y calla —le contesté besándole la coronilla.
Aquel viernes de verano lo vi claro. X aún tardaría cuatro horas en llegar a casa, así que metí algo de ropa para los tres en una bolsa y cogí a mis niños. David de seis añitos y Darío de solo dos. Subimos a un autobús hasta el pueblo de mi prima y en dos horas estaba allí. Mi prima Carmen era de las pocas que sabía de mi mala vida con X. Por vergüenza, no era una cosa que quisiese ir contando. No me sentía orgullosa. Siempre me había dicho que no fuese tonta, que le denunciase y que le diese la patada. Pero yo pensaba que a dónde iba a ir con dos niños pequeños. Sin trabajo, sin coche. X me había apartado de todo y de todos. No me valoraba y me había anulado como mujer, como persona. ¿Pero qué clase de madre sería si no protegía a mis hijos de algo malo?
Ahora nos encontramos de nuevo en el juzgado. Vengo como testigo de la acusación, también Juani, la novia que tuvo después de mí. Venimos para que le metan entre rejas tras mandar al cementerio por una paliza a Míriam, su última pareja.
Mala hierba nunca muere pero vamos a echar herbicida y que no salga.
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Reto: Tuvimos una infancia |
Mi nombre es Moses y dentro de poco cumpliré diez años. Mi hermana se llama Marah, y tiene catorce. Estamos solos en este mundo porque nuestra familia ha muerto. Estamos en 2001, en la ciudad de Freetown, Sierra Leona, uno de los países en el que ser un niño soldado es lo normal.
Ser soldado nunca es fácil, y si eres solo un niño, entonces... ni te digo. Decía que nuestra familia ha muerto. La verdad es que Marah y yo tuvimos que matar a nuestros padres y hermano pequeño. Eran órdenes de quienes nos reclutaron. Así es como saben si vas a ser un buen soldado dispuesto siempre a obedecer. Yo, al ser un chico, estaba claro que me querían para luchar. A mi hermana la salvó de la muerte su bonita cara, así que Marah pasó a ser una de las novias de los militares del Frente de Unión Revolucionario (RUF). A ella no le gustaba, pero obedecía para mantenernos con vida. A los dos nos entrenaron para el manejo de armas, además de saber utilizar un machete con pericia. También somos centinelas, porteadores y espías, entre otras cosas.
**********
Una bella y esbelta mujer de mirada triste entra en el hall del hotel. Enseguida sale a su encuentro el hombre con el que había quedado. Es periodista.
Se sientan en unos sillones, él pide un café con hielo, ella una tónica. El lugar de la entrevista es Nueva York y el año 2022. Esa mujer de treinta y cinco años es Marah.
La tristeza no la abandonará jamás pero es incapaz de derramar una sola lágrima. Ni siquiera al recordar cuando Moses murió con once años. Poco después, una ONG la rescató y por una simple fotografía, pudo iniciar su carrera de modelo. Ahora, contará su historia.
La cola en el súper era rematadamente larga. Yo buscaba un pañuelo en el bolso para limpiarle los mocos al pequeño. Hacía poco que había empezado a andar y justo en aquel momento quería bajarse de su sillita, berrinche incluido. El mediano, con tres años, quería los caramelos que convenientemente ponen a pie de caja como cebo. Además, mi teléfono comenzó a sonar... Mi marido se retrasaría algo más para recogernos. Atasco en la M-30. La mayor, menos mal, una santa a sus diez años.
Con el vaso de mi paciencia a punto de rebosar, roja por el agobio de un viernes por la tarde en la abarrotada tienda, vi aparecer a Enrique, un antiguo compañero de instituto. Estaba igual. Más mayor, obviamente, pero igual de guapo.
—¡Marta! ¡Cuánto tiempo! ¿Qué es de tu vida? ¿Y estos niños tan guapos?
—Hola, Enrique... Son mis hijos. Ya ves, comprando un viernes. Viviendo al límite —dije pensando en lo horrorosa que debía estar delante del que fuera el chico más carismático de nuestra quinta—.
—¡Qué gracia! La pequeña Marta, madre de tres criaturas. Son guapísimos, clavaditos a ti.
—Gracias. ¿Y tú? ¿Tienes hijo?
—No, que yo sepa —dijo carcajeándose—. Es más, hace una semana que vuelvo a estar soltero. Yuleidis no aguantaba mi ritmo. Creía que me gustaba demasiado la juerga, pero ¿Qué malo hay en ello?
—Nada, hombre. Cada cual lleva la vida que quiere, o puede.
—¿Sabes, Marta? Siempre me gustaste. Pero eras demasiado seria, siempre centrada en tus cosas, sin querer hacer locuras.
—Querrás decir que yo ra una de las que no iba enseñando cacho para deleite de los muchachos, tú el primero.
—Que no, mujer...
—Da igual. También me gustabas, pero maduré. Además, me pillas en un mal momento. ¡Anda! Por ahí viene Jorge, mi marido.