29/11/2022

No es país para dos Julietas

Fotograma de la película «Circumstance», de Maryam Keshavarz. EEUU, 2011
Reto: Una lluvia de plomo
de Libros.com

Aleah es israelí y su nombre significa "inmigrante". Ella es una de las mujeres soldado que hay en Jerusalem. Desde pequeña, su familia y su entorno le inculcaron que los palestinos eran los malos...


El nombre de Naouar significa "flor" y su familia es de Palestina desde varios siglos atrás. Siempre, toda su familia y su entorno le dijeron que los israelíes eran los malos...


Los gritos de Naouar la alertaron. Aleah, desde el otro lado del muro, podía ver como un hombre llevaba a la fuerza a una mujer. 

—¡No me gustas y no me voy a casar contigo! —sollozaba Naouar.

Pero el hombre ni se inmutaba. El padre de Naouar veía con buenos ojos aquella unión en donde ella no tenía ni voz ni voto.

Aleah quería pensar que lo que ocurría con aquellos dos no le incumbía. Podría tratarse de una trampa y ser víctima de un atentado terrorista. Pero, los ojos de Naouar imploraban salvación. Esos ojos negros clavándose en los verdes ojos de Aleah y también en su corazón.

Lo que iba a hacer era una locura y podía acabar en desastre, así que no se lo pensó. Fue hacia la pareja y golpeó la cabeza del hombre con su fusil y luego, con un machete le cortó el cuello para no tener que disparar y no hacer así demasiado ruido. Cogió de la mano a la mujer y la llevó a su territorio. Allí le dijo que se quitara el velo para parecer  "más occidental" y le dio un papel con indicaciones para ponerse a salvo.

Naouar, obedeció a aquella mujer soldado. Ambas sintieron un indescriptible calor en el pecho.

Al volver Aleah a casa de noche, Naouar la esperaba. Al verse se fundieron en un beso liberador.

Eran dos mujeres que se amaban.

25/11/2022

25-N Contra la Violencia a la Mujer

 
Reto: Nosotras no nos callamos 
de Libros.com

El primer golpe

El primer golpe no lo vi venir. 
X y yo nos conocimos por amigos en común. Él era muy amable, súper atento con todo el mundo. Carismático. 
Estábamos locamente enamorados y a los seis meses, me pidió que me fuese a vivir con él. Todo iba bien pero, me tuve que amoldar a sus costumbres. El escote, súbetelo. La falda, bájatela. Los pantalones, mejor que no sean ceñidos porque ¿no querrás que te confundan con una golfa? 
Una noche, llegamos a casa. Habíamos estado cenando con Candela y Jerónimo. Nada más cerrar la puerta del recibidor, me llegó el golpe. Me llevé la mano a la mandíbula por instinto y aunque no sangraba, notaba un sabor metálico. Le miré más sorprendida que asustada sin comprender nada. 
—No me mires así —dijo X como si aquello fuese normal— ¿No sabes por qué te he pegado? 
Apenas pude decir que no con un hilo de voz. 
—¿Qué te crees, que estoy ciego? He visto como mirabas a Jerónimo. Estando su mujer y yo delante... Tú es que eres muy puta. ¿Te gusta ser puta? Voy a vigilarte muy de cerca porque lo de esta noche no me ha gustado nada. 
Me fui al lavabo y lloré por sus palabras más que por el golpe. Me lavé la cara con agua fría. El lado donde me había golpeado se estaba poniendo feo. 
Ese fue el primer golpe. Vinieron más. Me hice experta en maquillarme los moratones. 
Si me arreglaba, era una perra buscona. Si no lo hacía, era una vaga de mierda que no servía ni para mostrarse apetecible para su hombre. 
Golpes, patadas e insultos. Más de una vez me llevó por el pasillo arrastrándome del pelo. 
Aguanté así durante ocho años. Hasta que un día me escapé con y por mis niños. 

El último golpe

Mis niños ya son hombres. Han pasado veinte años desde que dejamos aquella casa del horror donde se pasaban muchas noches sin pegar ojo, escuchando como papá pegaba y trataba mal a mamá porque la sopa estaba fría o a la camisa se le había caído un botón. Según X, porque no tenía ni puta idea de nada.

—Mamá, tu comida está siempre buena. ¿Por qué papá es malo contigo? —me dijo un día mi David. 

—Anda, mi amor. Tú come y calla —le contesté besándole la coronilla. 

Aquel viernes de verano lo vi claro. X aún tardaría cuatro horas en llegar a casa, así que metí algo de ropa para los tres en una bolsa y cogí a mis niños. David de seis añitos y Darío de solo dos. Subimos a un autobús hasta el pueblo de mi prima y en dos horas estaba allí. Mi prima Carmen era de las pocas que sabía de mi mala vida con X. Por vergüenza, no era una cosa que quisiese ir contando. No me sentía orgullosa. Siempre me había dicho que no fuese tonta, que le denunciase y que le diese la patada. Pero yo pensaba que a dónde iba a ir con dos niños pequeños. Sin trabajo, sin coche. X me había apartado de todo y de todos. No me valoraba y me había anulado como mujer, como persona. ¿Pero qué clase de madre sería si no protegía a mis hijos de algo malo? 

Ahora nos encontramos de nuevo en el juzgado. Vengo como testigo de la acusación, también Juani, la novia que tuvo después de mí. Venimos para que le metan entre rejas tras mandar al cementerio por una paliza a Míriam, su última pareja.

Mala hierba nunca muere pero vamos a echar herbicida y que no salga.

19/11/2022

Moses y Marah

Reto: Tuvimos una infancia
de Libros.com


Mi nombre es Moses y dentro de poco cumpliré diez años. Mi hermana se llama Marah, y tiene catorce. Estamos solos en este mundo porque nuestra familia ha muerto. Estamos en 2001, en la ciudad de Freetown, Sierra Leona, uno de los países en el que ser un niño soldado es lo normal. 

Ser soldado nunca es fácil, y si eres solo un niño, entonces... ni te digo. Decía que nuestra familia ha muerto. La verdad es que Marah y yo tuvimos que matar a nuestros padres y hermano pequeño. Eran órdenes de quienes nos reclutaron. Así es como saben si vas a ser un buen soldado dispuesto siempre a obedecer. Yo, al ser un chico, estaba claro que me querían para luchar. A mi hermana la salvó de la muerte su bonita cara, así que Marah pasó a ser una de las novias de los militares del Frente de Unión Revolucionario (RUF). A ella no le gustaba, pero obedecía para mantenernos con vida. A los dos nos entrenaron para el manejo de armas, además de saber utilizar un machete con pericia. También somos centinelas, porteadores y espías, entre otras cosas. 

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Una bella y esbelta mujer de mirada triste entra en el hall del hotel. Enseguida sale a su encuentro el hombre con el que había quedado. Es periodista. 

Se sientan en unos sillones, él pide un café con hielo, ella una tónica. El lugar de la entrevista es Nueva York y el año 2022. Esa mujer de treinta y cinco años es Marah. 

La tristeza no la abandonará jamás pero es incapaz de derramar una sola lágrima. Ni siquiera al recordar cuando Moses murió con once años. Poco después, una ONG la rescató y por una simple fotografía, pudo iniciar su carrera de modelo. Ahora, contará su historia. 

15/11/2022

Valientes

Reto: Me sobra el azúcar
de Libros.com


—¿Cómo estás hoy, mi amor?
—Muy cansada, esperando verle ya la carita y tenerla entre mis brazos. Entre el embarazo de riesgo por mi diabetes, y que estos nueve meses parecen una eternidad... El reposo y los pinchazos en los dedos para medir el azúcar. Tengo tan insensibles las yemas, que podría coser sin dedal, no viene de un pinchazo más. 
—Lo sé guapa. Dentro de un rato ya vamos a quirófano, es lo mejor en esta situación. Y tranquila, que yo estaré a tu lado en todo momento. 
—La verdad es que me trata todo el mundo con mucho cariño, y como el embarazo ha llegado a buen término, han tenido la deferencia de programar la cesárea para hoy... Creo que voy a llorar.

El marido de Valentina le dio un dulce beso en los labios y también una cajita. Al abrirla, vio una pulsera dorada con tres medallita con un nombre  grabado cada una. El de ellos dos y el de la bebé que en unas horas vendría al mundo. 

—Este es tu regalo de cumpleaños. A parte de lo que se nos viene encima. Pero no me llores, ¿eh? 
—Ups, lo siento. Demasiado tarde —dijo ella llorando y riendo a la vez. 

Poco después la llevaron a quirófano. Jaime, su marido, entró con ella vestido con gorro, bata y unos extraños patucos exterilizados. Él se mantuvo discretamente al lado de su mujer. No quería quería perderse por nada del mundo el nacimiento de su hija, pero no estaba preparado para ver la cesárea en vivo. De haberlo hecho, se habría caído redondo al suelo por lo aprensivo que era. 3,100 kilogramos y 50 centímetros pesó y midió la niña. Estaba perfecta a pesar de la diabetes de su madre. 

Su nombre, Valeria. De valiente, como su madre. 

11/11/2022

El cuidador

Relato narrado por Juan Carlos Albarracín
en su micro-podcast literario
La Página Nº46 AQUÍ

Hoy quiero hacer una entrada diferente exponiendo el trabajo de los narradores, dobladores y locutores.
El relato de hoy ha sido narrado por la voz de Juan Carlos Albarracín, que lo hace crecer haciéndonos sentir al protagonista del mismo.

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Me resisto a morir aunque toda mi familia esté muerta, yo debo vivir. 
Llevo tres meses encerrado en casa y soy feliz así. Mi mujer y mi hijo están conmigo. Les protejo y les alimento. Son mi vida. 
Voy al sótano. Hoy su menú consistirá en muslos de turista alemana... Pobre, le pilló la pandemia de vacaciones en Barcelona. Se nota que era deportista porque me costó desmembrarla, y eso que he sido uno de los mejores carniceros del mercado. No es que Mercè y Nil sean muy exquisitos con la comida, pero esta carne es más dura que la de la señora Ming, del chino de la esquina. Cuando la cacé, cogí también varias salsas de su restaurante. Yo me serviré unos filetitos de esta teutona vuelta y vuelta acompañados con salsa de soja. Ellos lo prefieren todo crudo y sin condimentar. 
Bajo las escaleras. Se alegran de verme. Están encadenados porque si no, la lían un poco. 
Me he resbalado por llevar chanclas. El tobillo está en un ángulo imposible y no puedo moverme. Mercè i Nil pasan de la comida de la bandeja y se abalanzan sobre mí. 
¡No quiero morir! 
¿Quién les cuidará?

06/11/2022

Simple curiosidad

Microrreto: Personajes antagonistas
Blog: El Tintero de Oro


Mis padres, tan idiotas buenos, me lo han consentido todo. Cierto es que me tuvieron cuando ambos rozaban los 45 años y ahora están a punto de jubilarse. Toda una vida dedicada a la docencia, presumiendo de su inteligentísima hija. 
Ellos no sabían por qué no duraban nada los peces del acuario. O por qué el periquito que tuvimos un verano apareció muerto una mañana. O Mochi, el cuqui y gordito hámster que un día dejó de correr en su rueda. 
Ellos no sabían por qué no duraban nada los peces del acuario. O por qué el periquito que tuvimos un verano apareció muerto una mañana. O Mochi, el cuqui y gordito hámster que un día dejó de correr en su rueda. 
Siempre he tenido mucho carisma y gente queriendo ser amiga mía. La que más, Laura. Era mi sombra, mi perrito faldero. 
Hace cuatro años, cuando teníamos quince, quedamos con la excusa de hablar de los chicos. El descampado que elegí era un sitio por el que no pasaba nadie normalmente. Por fin sabría qué se siente al dar el siguiente paso. Quitarle la vida a una persona.
La empujé y la hice caer, me tiré de rodillas a su lado y le di la vuelta para aprisionarla  entre mis piernas y cerré mis manos en torno a su cuello. Sus ojos muy abiertos me miraban sin comprender y su boca se abría intentando coger aire. Pero yo apretaba su cuello viendo como su mirada perdía el brillo de la vida. 
Al terminar me levanté y la dejé allí, no había sentido nada. Ni felicidad o euforia, ni pena, ni ira u odio. Tampoco remordimiento alguno. 
Encontraron su cuerpo al día siguiente y aún nadie comprende por qué lo hice.

02/11/2022

Spandau y Mitte

Reto: El muro
de Libros.com
 

1961

Wolfgang y Claudia llevaban siendo novios desde hacía dos años y, estaban pensando ya en casarse. Ambos tenían veintiún años y se conocieron cuando el chico empezó a trabajar en la carpintería del padre de ella, situada en los bajos de su casa, en el barrio de Spandau. Él se desplazaba cada día en bicicleta desde el barrio de Mitte. 
Todo iba bien hasta que aquel agosto de 1961, empezaron a levantar un muro de hormigón de más de cuatro metros de altura que separaba la ciudad de Berlín. Mitte, el barrio de Wolfgang, quedó en el lado Este, lo que pasó a llamarse la RDA (República Democrática de Alemania). Mientras que Spandau, el barrio de su novia Claudia y de su posible futuro juntos, quedó en la parte Oeste, la RFA (República Federal de Alemania). 
De la noche a la mañana, los enamorados dejaron de poder verse y tocarse, de cogerse de las manos mientras sus jóvenes cabezas soñaban con comenzar una vida juntos y formar una familia. Se amaban perdidamente, pero mientras aquel muro de la vergüenza iba fortaleciéndose y haciéndose más grande, su historia de amor quedaba destruida, machacada bajo la piedra que les separaba. 
Derramaron tantas lágrimas, pasaron tantas noches en vela. Nunca dejarían de amarse. Nunca intentarían reemplazar aquel amor por cualquier otro, ya que, sería una mentira, un absoluto fracaso y una injusticia para todos. Además, cuando en noviembre, Claudia le comunicó a Wolfgang que no le bajaba el período, vieron imposible deshacer su unión aunque estuviesen separados. 
Ella, al principio, lo había achacado a los propios nervios que le provocaba la situación que estaban atravesando. Pero después de cuatro meses, su vientre había empezado a redondearse porque dentro llevaba desde julio, al bebé de Wolfgang. 

1989

Cuando podían, Claudia y Wolfgang hablaban a través de un pequeño agujero del Schandmauer, o Muro de la Vergüenza que separaba Berlín y sus vidas. 
Claudia había dado a luz a su preciosa Lena una mañana de abril de 1962. Al principio, a través del agujero por el que hablaba con su amado, le pasaba fotografías de la niña. Más adelante, se atrevió a que su hija la acompañase para que pudiese hablar con su padre. 
A través del muro, Wolfgang veía como la pequeña Lena pasaba de niña a adolescente, y de adolescente a mujer. 
Pero un día e noviembre de 1989, la televisión emitía unas imágenes de algo impensable hasta entonces. El muro estaba siendo derribado y nadie lo impedía. 
Atónito, cuando Wolfgang al fin se recompuso de su estupefacción, lo primero que pensó fue en buscar a las mujeres de su vida para no tener que separe nunca más. 
En efecto, el encuentro se produjo. Aquella pareja a la que separaron cuando solo tenían veintiún años, ahora se reencontraban con cuarenta y nueve cumplidos, y el primer abrazo que pudo dar a su hija Lena, se produjo cuando ella ya contaba con veintisiete años de edad. 
Lena estaba muy emocionada e impresionada, pues a parte de poder ver y abrazar a su padre, también podría disfrutar de sus abuelos, tíos y primos por la parte paterna. 
Ambas familias pudieron reunirse en una gran celebración que duró varios días, poniéndose al corriente de todo y, dando parte de las pérdidas familiares y de los nuevos integrantes. Y es que veintiocho años dan para mucho. Tan largos, tan interminables, y ahora, pareciese que todo hubiese sido un mal sueño. 
Wolfgang y Claudia no pudieron recuperar el tiempo robado, pero continuaron y engrandecieron su historia de amor como Alemania, unidos.