MaryLou estaba apoyada en la parada de un autobús, un simple poste en el arcén. Bajo la lluvia, con paraguas y botas de agua conjuntados en color rojo, y con sus suaves rizos rubios destacando sobre una gabardina verde musgo, sólo quedaba media hora para que la noche se echara sobre la no muy transitada carretera. La chica parecía estar esperando a un autobús que se retrasaba, pero el último del día había pasado quince minutos atrás.
Michael iba barruntando si salir o no aquel viernes por la noche para conocer a alguna chica interesante. Los faros de su coche no se habían encontrado apenas con otros automóviles. La lluvia y el mal tiempo en general disuadía a la gente de salir del calor de sus casas. Octubre era un mes frío en el norteño estado de Maine. De pronto, clavó los frenos y paró su Chrysler beige a escasos metros de la parada de bus y las botas rojas se apresuraron hacia el auto.
—Hola. ¿No sabrá usted si aún tiene que pasar un autobús por aquí?
—Pues a esta hora no pasa ninguno más. Si quieres te acerco, que con este tiempo puedes coger una pulmonía. ¿Vas muy lejos? No deberías estar sola cuando anochezca y seguramente alguien estará preocupado por tu tardanza.
—¡Gracias! Me haría un gran favor. Voy a Alton, a casa de mi abuelita que está muy enferma y me necesita. Es la única familia que tengo.
—¡Menuda casualidad! Yo vivo a las afueras de ese pueblecito. Está a menos de veinte minutos.
—De nuevo, muchas gracias.
MaryLou abrió la puerta y se sentó en el asiento del copiloto. Se quedó mirando el ambientador que colgaba del espejo retrovisor e impregnaba el interior del auto con su olor a lavanda. Le recordaba a su abuela. Ella le preguntó dónde lo había comprado, y él le contó que había sido idea de su hermana, porque el olor a pachuli que solía utilizar, a ella le parecía demasiado pesado, y como estaba delicada de salud y debía llevarla a sus sesiones de quimioterapia para tratar su leucemia con frecuencia, pues recibió de buena gana el cambio de ambientador por parte de ella. Michael parecía realmente un buen hombre que se preocupaba por su hermana.
A mitad de camino, Michael detuvo el coche a un lado de la carretera.
—Perdona un momento, pero tengo que mear o me reventará la vejiga.
MaryLou hizo un imperceptible mohín al escuchar la palabra mear en boca de aquel hombre que había estado tan pulcro y correcto en todo momento. Cuando terminó de orinar, Michael abrió el maletero y empezó a rebuscar entre un gran saco, cuerdas, trapos y un bote de cloroformo entre otras cosas, y de repente, sintió un fuerte golpe en la cabeza que le hizo caer al suelo. Una empapada por la lluvia MaryLou, sonreía maliciosamente con un martillo ensangrentado en la mano.
—No me digas que también tú ibas de cacería —dijo antes de asestarle el golpe definitivo—. Vaya... Pues va a ser que no. Es peligroso subir al coche de un desconocido, pero también lo es subir a alguien que no conoces.
Entonces, condujo ella misma hacia Alton dejando el cuerpo del hombre allí mismo, y pensó que ya era hora de cambiar de aspecto y optar por una melena a lo Cleopatra porque la policía estaba buscando a una chica rubia de Nueva Jersey, sospechosa de asesinar a hombres de mediana edad. Puso la radio y rió a carcajadas cuando aconsejaron no salir por la noche en solitario por el condado, sobre todo a las adolescentes y mujeres jóvenes, ya que aún no habían dado con el secuestrador y asesino que tenía atemorizada a la zona. La descripción que dieron coincidía al cien por cien con la de Michael. Su meta era cruzar hasta Canadá sin ser vista.
Y es que perro no come perro, pero cuidado con el lobo en piel de cordero.
Muy bueno, un gran aporte al reto. Un relato donde nada es lo que parece. Creo que no volveré a dar "aventón" a nadie. Saludos.
ResponderEliminarNo pretendo asustar a nadie en la realidad. Si vas sola, no te fíes demasiado y hacer xaso a las señales. Aunque es imposible correr riesgos. Por suerte, nunca me he encontrado con gente mala.
EliminarMaravilloso, Noelia.
ResponderEliminarUn relato que pone los pelos de punta sin necesidad de monstruitos de cuento.
La verdad es que el comienzo de la historia hacía temblar al presagiar un terrible destino para la "indefensa" protagonista, pero tu giro final le da otro genial sentido a la historia. El cazador cazado.
Aunque estoy en contra de la caza, la violencia y las venganzas, al menos en la ficción está bien que se intercambien los papeles.
Me encantó la frase final.
Felicidades. Un abrazo.
Muchas gracias José Antonio.
EliminarLa verdad es que ya está casi todo inventado, escrito o filmado. El mundo de los asesinos me atrae, en el plan policial de la palabra, no es que me gusten los asesinos. Y que mejor que se encontrasen dos locos a la vez.
Una asesina en serie en toda regla. Estupendo relato. Inquietante. Me gustó mucho. Enhorabuena. Abrazos
ResponderEliminarGracias Nuria. Sí. Dos locos que se encuentran. Por lo menos la víctima no ere un ser inocente tampoco.
EliminarSe puede extraer una moraleja obvia de este relato: por malo que seas tú, siempre hay alguien que lo es más. Y por supuesto, siempre cuestionar la versión oficial de tele y radio.
ResponderEliminarNo fiarse de nadie. El Lobo era el lobo, pero Botas Rojas (Caperucita) es también lobo.
EliminarBuenas noches, Noelia. ¡Me gustó mucho tu excelente relato! Se dieron vuelta las tornas, cuando pensábamos que el lobo era uno, y que iba bien pertrechado, nos pusiste todo patas arriba y nos sorprendiste con la inocente y desvalida Caperucita. Y yo que ya pensaba: ¡Pobre, la que le espera! Sin piedad. ¡Para que te fíes luego de las rubias! ¡Tal para cual! Saludos
ResponderEliminarGracias Trujamán. Evidentemente hay guiños con Caperucita por las botas y el paraguas en rojo y la mención de su abuela. Y a Stephen King porque pasa en Maine. Algunas personas son los verdaderos monstruos.
EliminarPerro sí come perro jajaja me encanta.
ResponderEliminarGracias Anónimo!!!
Eliminar¡Qué bueno, Noelia! Cuando escuchas en la tele alguna noticia sobre crímenes llevados a cabo por asesinos en serie siempre pienso en la mala suerte de que alguno no se encontrara con otro de su misma calaña. ¡Y voilá! Supiste darle una excelente vuelta de tuerca a tu relato para sacarlo del cliché y dejarnos una enorme O en los labios. Un abrazo!
ResponderEliminarGracias David!!!
EliminarEl caso es que no he inventado nada. Te sugiero el episodio titulado «Autoestopista en serie» de la serie «Maestros del terror».
Una moderna ficción de caperucita.... Hay muchos lobos y muchas caperucitas por ahí, y de ambos hay que cuidarse.
ResponderEliminarCorrecto 👍
EliminarMagistral.
ResponderEliminarMoraleja; si se es un asesinonserial de bellas mujeres, no salir del personaje de elegante seductor hasta el momento para el cloroformo.
Le alertó a su colega asesina.
Besos
Gracias!!!
EliminarNinguno era de fiar. Pero aquí se da lo de "las apariencias engañan".
Hola Noelia. Excelente relato!!!! Me atrapó de principio a fin 😍 Tienes razón, hay que tener cuidado con el lobo con piel de cordero. Un abrazo 🐾
ResponderEliminarPues muchas gracias.
EliminarOtro abrazo para ti 😊
Hola guapa , un auténtico relato de terror , me a gustado mucho.
ResponderEliminarSabes yo también participó en vadereto.
Me alegro el a verte encontrado allí , besos de flor.
A mí también, Flor. Ahora voy y te leo.
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