Lola, como buena cordobesa, abandonó el lavadero con la ropa limpia en el cesto, apoyado sobre su cadera, moviéndose con esa naturalidad de quien apenas ha cumplido los diecinueve. En la casa, la madre la esperaba pelando patatas y judías verdes para la cena, con la plancha reposando sobre las brasas, lista para quitarle las arrugas a las sábanas. Las calles empedradas de Puente Genil, con sus casas encaladas y sus ventanas coronadas de geranios rojos, guardaban en su silencio los rumores y secretos que, como el aire, corrían entre los vecinos.
Antonio, un hombre que ya sabía de la vida y tenía veinte años más que ella, había llegado de Sevilla un mes atrás, a cuenta de unas tierras. Forastero, sí, pero en poco tiempo se ganó la confianza de todos con su hablar suave y su manera discreta de estar en el mundo, como si fuera uno más del pueblo. Sin embargo, lo que nadie imaginaba era el secreto que arrastraba consigo, oscuro y profundo, de esos que dicen, si no se ven, no se sienten.
La joven Lola, con sus ojos oscuros y su piel tostada por el sol, llenaba de luz el lugar con su risa fresca, y Antonio, sin decir palabra de su vida en la capital, comenzó a pasear por el pueblo con más frecuencia, buscando, casi sin quererlo, esos encuentros casuales con la muchacha. Al principio fueron solo miradas rápidas, pero pronto se hicieron largas, profundas. Antonio se llevaba la mano al sombrero en un saludo tímido, mientras Lola se colocaba el cabello detrás de la oreja, sintiendo el calor encendiéndole las mejillas.
Entre paseos y charlas junto al río, bajo la sombra del puente de los Ahorcados, que pese a su nombre lúgubre les ofrecía las mejores vistas del Genil, se fueron descubriendo el uno al otro. Las palabras dulces de Antonio, envueltas en dulces promesas, fueron calando en el corazón ingenuo de Lola. Y en las tardes sofocantes de julio, cuando el cielo se teñía de un naranja que casi dolía, y el tañido de las campanas de la iglesia de Santiago flotaba en el aire, sus encuentros se hicieron cada vez más íntimos. Lola creía que aquel amor sería para siempre.
Pero la verdad, como el agua del río, siempre encuentra su cauce. Fue en una tarde cualquiera, cuando Antonio marchó a Córdoba por asuntos, que un hombre llegado desde Sevilla, preguntó por él. Vino a buscarle con urgencia: su mujer, Carmela, le mandaba llamar, pues su hijo pequeño, enfermo de fiebres, no levantaba cabeza. Así fue como Lola descubrió lo que nunca debió saber: Antonio tenía esposa e hijos en Sevilla, una familia que había dejado atrás como si no existiera.
Deshecha por la traición, Lola no pudo contenerse cuando Antonio volvió al pueblo. Se citaron en la plaza del Romeral, bajo los olivos. El aire parecía pesado, inmóvil, mientras la muchacha le arrojaba la verdad a la cara. Antonio no dijo nada, no hizo ademán de negarlo. Y ella, con el alma rota, se alejó. Las lágrimas surcaban su rostro, mojando su cuello, mientras se dirigía a la estación, esa estación donde tantas veces había soñado una nueva vida junto a él. Pero ya no había tren que la llevase a aquel futuro.
Antonio, por su parte, se quedó quieto en la plaza, mirando cómo se desmoronaba todo lo que creía tener. Perdió a Lola, su juventud, su inocencia, y al regresar a Sevilla, supo que también perdería a Carmela, su hogar, el calor de su casa, pues su mentira quedó al descubierto. Y desde entonces, el peso de su traición le acompañó como la sombra de los olivos en las tardes largas del Genil. Incluso cuando Carmela, echando de menos a su marido, le perdonó y permitió que regresara al hogar. Sus hijos, aún pequeños, seguían correteando por los pasillos, pero él ya no sentía el mismo calor en sus risas.
Carmela, con la resignación que sólo otorgan los años, continuó a su lado para volver a las rutinas de siempre. Comían en silencio y las noches evidenciaban aún más una distancia insalvable que les separaba. La sombra de aquella muchacha de Puente Genil, siempre estaba presente como un rumor en el viento, como una herida que no cerraba.
Cuando Antonio se hallaba solo en la penumbra, los recuerdos de Lola volvían a su mente. La veía caminando por el empedrado balanceándose con el cesto de ropa limpia, su cabello al viento, y su risa que, aún resonaba en sus oídos, viva y fresca como el primer día.
No había noche en la que, antes de cerrar los ojos, no se preguntara si ella habría encontrado consuelo en otros brazos o si su corazón aún le guardaba rencor. Nunca lo sabría. Pero lo que sí sabía, con esa certeza amarga que sólo traen los años, era que Lola, jamás saldría de su pensamiento.
Así fue como Antonio se acostumbró a vivir con dos sombras a su esplada: la de su traición, y la de aquella muchacha que una vez le hizo sentir lo que nunca volvería a sentir. Y en los momentos de mayor silencio, cuando Carmela dormía y el murmullo de Sevilla quedaba pagado, era a Lola a quien dirigía sus pensamientos, consciente de que su recuerdo, como las aguas del Genil, seguiría fluyendo en su interior, inmutable y eterno.
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Muchas gracias, Noelía, por participar con este relato en el homenaje a Delibes. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias a todos vosotros, Marta 🌹
EliminarHola, Noelia, me ha encantado el párrafo final, lleno de poesía y amor eterno. Una historia triste, muy emotiva.
ResponderEliminarUn abrazo. 🤗
Muchas gracias, Maite 🌹
EliminarQue historia nos has regalado, romántica y melancólica! Pero todo poesía! Se respira la decepción de Lola en cada párrafo, y la falta de aire de Antonio en cada palabra! Un abrazote y suerte en el concurso!
ResponderEliminarGracias, Marifelita. Como una historia de copla 🌹
EliminarPrecioso relato, una historia de amor, en la que media la mentira de él, pero en la que la nostalgia está presente ya que ninguno de los dos se olvida del otro, luego es una historia de amor imposible. A veces, la vida es así de cruel. Suerte con el concurso. Un abrazo!
ResponderEliminarMichas gracias, Maite 🌹
EliminarA medida que fue avanzando tu relato, por la temática usual de tu blog, me fui preguntando que sería lo siniestro de Antonio.
ResponderEliminarPero no fue por ahí, se trató de un romance trunco, por estar casado Antonio. Sospecho que Lola, con su juventud, podrá tener una ilusión que no sea desilusión.
Un abrazo.
Ja, ja, ja. No. No tocaba hoy.
EliminarGracias, Demiurgo 🌻
Un drama marcado por la época wue describes y que hoy día sería de distinta importancia, para bien o psra mal. Como bien comentas es un magnífico material para una copla.
ResponderEliminarParece que conozcas el sitio, o sino , que está muy bien documentada. También es muy destacable el tono poético, que le cuadra muy bien s la historia. Lola no creo que tenga problema para rehacer su recién empezada vida amorosa aún en aquella época.
AbrZoo y suerte
Muchas gracias, Gabiliante.
EliminarSí, me he documentado un poco aunque si estuve por la zona 🌻
Me gusta mucho los detalles a fuego lento que describes, casi como el andar cadencioso de las caderas de Lola, casi una Lola Lorquiana. Un relato de la época, creo que del mismo tiempo que escribió Delibes su camino, creo que los años cincuenta, sin me equivoco, donde una relación con un hombre casado no solo era dolorosa sino que marcaba, sobre todo a la mujer, con una A escarlata.
ResponderEliminarBien escrito, con una poesía y belleza que contrasta con el drama, escrito con naturalidad, sin alaridos, y eso es lo que más me gusta de tu modo de escribir, al menos en esta historia.
También me gusta el tratamiento gestual que, a veces, dicen más que las palabras, esa manera de llevarse la mano al sombrero, y de apartar el pelo de pelo Lola tras sus orejas. Es que lo veo. Un romance a fuego lento.
Además está el recorrido por el paisaje de Córdoba, que tuve la suerte de estar y conocer, y que es un marco perfecto para esta historia.
Bien tratado también, eso me parece, el regreso al redil del marido, esos silencios, esa frialdad imposible de rellenar. El recuerdo de Lola inmutable y eterno.
Fíjate que si estuviera mal escrita tu historia, sería uno de tantos dramas o dramones de l aépoca, pero la sensiblidad y el buen hacer de tus letras lo convierte en un ejercicio de literatura y sensibilidad apreciable. ¡He ahí la diferencia!
Te felicito, Noelia. Buen trabajo.
Muchísimas gracias, Tara. Exactamente quise hacerlo pasar en los años 50, una España desahciéndonse poco a poco del lastre de la posguerra 🌹
EliminarHola Noelia. La poesía de este relato envuelve y arropa a Lola, a la que describes con tanta ternura y belleza que solo con leerte se enamora uno de ella. Mucho quiso abarcar Antonio al pretender a dos mujeres a un mismo tiempo, pero parece que su amor, o encaprichamiento que también puede ser, por Lola era sincero. También la lealtad de Carmela, que perdona su traición y lo acoge de nuevo, aunque el corazón de Antonio haya quedado prendado por siempre de una quimera inalcanzable. Y a Lola le ha tocado aprender sobre la vida, que de lo bueno y también de lo malo se sacan lecciones. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Jorge. Historia inventada pero de las que ha habido más de una y de dos en la vida real 🌻
EliminarQué bien has narrado esta historia de amor. Me ha encantado…
ResponderEliminarDestaco las comparaciones que haces entre los sentimientos del personaje y la naturaleza; el rumor del viento; la verdad como un río que encuentra su cauce; la sombra densa de los olivos… Precioso; lo has bordado; no sobra ni una palabra. Además tienes muy fina psicología para trasmitir las reacciones y pensamientos de los personajes. Mi sincera enhorabuena.
Un abrazo! :)
Muchísimas gracias, Maite 🌹💝
EliminarUna historia muy bien narrada y contextualizada. Triste, emotiva pero con muchos tintes de una realidad de otra época. Buen texto. Suerte! Una abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias 🌹
EliminarUna historia muy bien narrada. Me gustó. Las mentiras nunca pueden engendrar cosas buenas y Antonio sufrió las consecuencias de no actuar de forma honorable. La ambientación del relato está excelente y sin duda la naturaleza es parte de la belleza que termina de hermosear tu escrito. Mucha suerte en el concurso. Te mando un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana. El reto me pedía algo de una época del siglo pasado, como el autor.
EliminarUna triste historia, de corazones rotos y traiciones, mentiras.
ResponderEliminarMe gustó mucho y también la forma que describes el lugar, es como si lo estuviera viendo, sin conocerlo.
Saludos.
PATRICIA F.
Muchísimas gracias, Patricia 🌹
EliminarHola Delaflor, me ha gustado mucho la historia. Suerte un abrazo.
ResponderEliminarPues muchas gracias 🤗
Eliminar¿Es la primera vez que pasas por aquí?
Hola, Noelia. Un texto muy bonito sobre un triángulo amoroso. Las descripciones son precisas y poéticas, me ha gustado mucho el relato. Hay varias metáforas en las que usas la naturaleza (el río, las sombras, el cielo anaranjado que dolía) que me han parecido preciosas y muy bien medidas, cosa que no es nada fácil de conseguir. Felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo y suerte.
Muchísimas gracias, Enrique.
EliminarEl final de tu relato me dejó en vilo. Un mazazo. Muy bueno 🌻
Destaco el exquisito sabor andaluz❤️
ResponderEliminarComo el gazpacho o el salmorejo. Gracias 😅
EliminarHola, De la Flor. Un relato muy bien llevado. Un triángulo amoroso del que todos salen heridos sin posibilidad de cura pues seguramente Lola no volverá a ver de nuevo a un hombre desde la inocencia. Y, de fondo, ese sabor a todo lo andaluz. Felicidades.
ResponderEliminarTe deseo mucha suerte en el concurso.
Muchas gracias, Bruno. Andalucía embruja para bien 💐
EliminarMuy buen relato Noelia. Tienes mi aplauso y...mi voto
ResponderEliminarVaya 🤭 Gracias, Santi 🍀
EliminarEsos son los problemas que trae la sociedad monogama, este pobre Antonio quedo destrozado a causa de un convencionalismo social.
ResponderEliminarEn otra civilizacion en donde la poligamia fuera la norma, Antonio seria pues un hombre honesto y respetado.
Ja, ja, ja. Yo prefiero quedarme soltera qie compartir marido 😅
EliminarMe parece que Lola no hubiera querido.
Que bonita historia y cuanto romanticismo derrocha, lo malo es que la realidad no era tan hermosa y la mentira salió a la luz y todo se acabó. Lo cuentas con naturalidad y con todo tipo de detalles tanto a los personajes como la ambientación.
ResponderEliminarUn abrazo Noelia
Puri
Muchísimas gracias, Puri 🌹
EliminarLola es una chica que va a su bola, siempre con el cesto de ropa encima y moviéndose por el pueblo como si nada 😎. Su madre la espera en casa, ya liada con la cena, y todo en Puente Genil parece tan tranquilo... pero ya sabemos que en los pueblos, todo se sabe y los secretos vuelan con el viento 🌬️.
ResponderEliminarTú si que lo has pillado al vuelo 😁
EliminarGracias, Lucila 💐
Me ha gustado mucho el relato, Noelia.
ResponderEliminarMucha suerte en el concurso.
Un abrazo.
Muchas gracias, Estrella 🍀
EliminarAfilado, aunque pueda parecer cotidiano en ese entorno. Mucha suerte.
ResponderEliminarGracias, Guille 🍀
EliminarUna bonita historia romántica. Me recuerda las películas antiguas. Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Federico 🍀
EliminarHola Noelia. Una historia de amor con final realista. Una pena que mintiera.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias, Mirna 🍀
EliminarHola, de la Flor, menudo melodrama rural nos has soltado.No es uno de mis géneros favoritos, pero reconozco que por el morbo, del haber que pasaba, he ido leyendo cada párrafo intrigado.
ResponderEliminarLo has ido, más que narrando, desgranando con muy buena mano. Además, tampoco has hecho sangre siendo bastante imparcial, aunque el protagonista cargue cada noche con su merecida penitencia, hay también una nota de nostalgia.
Saludos y suerte.
Gracias, JM 🍀
EliminarQué hay más rural que un drama coplero? El campo, claro 😅
Gracias, De la Flor, lo del haber (en vez de a ver) mío sí que me ha dejado penitente.
EliminarBuena copla, saludos.
Ja, ja, ja. No pasa nada. Ni cuenta me di al leerlo. Lo tuve que releer un par de veces más. El cerebro pilla atajos para entender el mensaje y pasa esto 😊
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