26/04/2023

Por una gota de agua

Reto: Cuando marzo mayea, mayo marcea
de Libros.com


Sus tres siluetas se recortaban bajo la luz del amanecer, debían empezar a encontrar un lugar donde cobijarse del terrible calor de las horas centrales del día. Cintia y sus hermanos se movían de noche y descansaban de día. Siempre en ruta, buscando lo más preciado que había en la tierra, no eran diamantes ni cosas así, sino agua. La bendita agua que necesitaban para su supervivencia en un mundo de locos.

—¡Cintia, mira allí! Es una casa. Y aquello de al lado parece un pozo —susurró Hugo.

—¿Pasaremos el día ahí? —preguntó Bianca.

La hermana mayor no dijo nada durante unos segundos. Con veinte años, llevaba cuidando de sus hermanos totalmente sola desde que sus padres murieron dos años antes. Hugo era de mucha ayuda, el chicarrón de la casa, aunque aún bastante crío a sus quince años. Por su parte, Bianca era con once años, la benjamina y algo que sus hermanos se encargaban de cuidar y proteger aún por encima de ellos mismos.

Anduvieron cuatrocientos metros hasta llegar a la casa. Todo era un secarral. El mundo entero era un erial donde los polos se habían fundido. Ahora el planeta era más azul que nunca, pero el agua que anegó la gran parte de los continentes, era salada. Los más ricos se habían instalado en sus spa-bunkers donde desalaban el agua marina. Esos mismos ricos, descendientes de aquellos otros que utilizaban sus jets privados hasta para ir a por el pan, mientras en las televisiones, siempre se hacía hincapié sobre el ahorro del agua a la gente de a pie, la que vivía sin lujos. Siempre al pobre dándole ahí, en la llaga. Ahorra, no gastes, hay que apretarse el cinturón.

La población mundial había sido diezmada. Gente muriendo de sed en las calles, pero también por golpes de calor y síncopes, o por sus enfermedades agravadas por la falta de hidratación. Ya ni niños nacían, y si lo hacían, muchas madres no tenían leche en sus pechos para darles. Por no tener, no tenían ni lágrimas que poder llorar. El siglo XXII había empezado así de cruel.

Los hermanos pudieron obtener algo más de media taza de agua del pozo. Menos era nada... Hicieron un pequeño fuego donde asaron una pequeña lagartija y algunas cucarachas. Echaban de menos la carne, pero cada vez era más complicado encontrar algún pequeño mamífero o ave.

—Dormid un poco, Hugo—dijo Cintia. —Te despertaré en unas cinco horas para que me releves.

La chica estuvo despierta unas tres horas hasta que, sin darse cuenta, se durmió. Hacía una semana que habían tenido una mala experiencia con dos hombres que querían sus pertenencias y algo más... pero supieron defenderse y pudieron huir de ellos. La carne humana se había convertido en la dieta habitual de algunos indeseables...

Un cañonazo hizo temblar la casa. Aún era de día pero estaba oscuro. Cintia se asomó corriendo a la ventana. No podía creer lo que veía.

—¡Hugo! ¡Bianca! ¡Está lloviendo!

Cintia corrió afuera.

4 comentarios:

  1. Un relato muy oportuno con esta sequía. A ver si sirve para concienciar a la gente. Saludos.

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  2. Y ese mundo distópico, sucedió algo inesperado y a la vez deseado.
    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Pues sí. Quise darle un poco de esperanza a la historia
      🌦️🌧️

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