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Parchís-chís-chí, parchís-chís-chí
Es el juego de colores que cantamos para ti...
— ¿Noelia? ¡Noelia despierta!
— ¿Pero qué pasa? ¿Dónde estoy?
De pronto ya no me encuentro en el salón de mi casa. ¡Pero si estaba jugando con mi hija, mi madre y mi marido al parchís! Llevo un chándal color azul eléctrico y estoy con otras tres personas vestidas igual que yo. Una pantalla grande nos muestra dos dados que suman 4+1 y una chica me empuja.
— ¡Anda, sal tú!
— ¿Qué?
No recibo respuesta. La puerta de la sala se abre y veo caminos con baldosas de distintos colores. No solo amarillas como en "El Mago de Oz", también rojas y verdes. Yo estaba, al lado de las azules. Reconocí el tablero de un parchís, los rojos tenían tres de los suyos fuera, los verdes uno, los amarillos a nadie aún. Un hombre de rojo estaba peligrosamente cerca, notaba su aliento en mi cogote diciéndome una y otra vez: Te comeré. Te comeré… Los dados marcan que avance 2+1... Vaya asco de números. Yo avanzo, porque si no lo hago, el suelo arde bajo mis pies. 4+3 suman los dados del demonio de rojo. Con el cuatro llega hasta donde yo estoy y me suelta: Te comeré. Yo le miro a los ojos mientras hace el ademán de morderme. De pronto vuelvo a encontrarme en la sala azul. La chica que me empujó para que saliera, se enfada conmigo.
— Noelia, tía, no has durado nada, no sirves para esto.
— ¿Y tú cómo sabes mi nombre?
— Porque tú me has inventado. Estoy en tu cabeza. Noeliaaaaaaa...
— ¿Noelia? ¿Estás bien?
Sí. Vuelvo a estar en mi casa, me había quedado dormida porque hoy no bebí café. ¿Se puede ser más cafre?
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