29/03/2022
Ni como amigo / Llenaste mi corazón de gris
22/03/2022
Parchís-chís-chí, parchís-chís-chí
de Libros.com
Parchís-chís-chí, parchís-chís-chí
Es el juego de colores que cantamos para ti...
— ¿Noelia? ¡Noelia despierta!
— ¿Pero qué pasa? ¿Dónde estoy?
De pronto ya no me encuentro en el salón de mi casa. ¡Pero si estaba jugando con mi hija, mi madre y mi marido al parchís! Llevo un chándal color azul eléctrico y estoy con otras tres personas vestidas igual que yo. Una pantalla grande nos muestra dos dados que suman 4+1 y una chica me empuja.
— ¡Anda, sal tú!
— ¿Qué?
No recibo respuesta. La puerta de la sala se abre y veo caminos con baldosas de distintos colores. No solo amarillas como en "El Mago de Oz", también rojas y verdes. Yo estaba, al lado de las azules. Reconocí el tablero de un parchís, los rojos tenían tres de los suyos fuera, los verdes uno, los amarillos a nadie aún. Un hombre de rojo estaba peligrosamente cerca, notaba su aliento en mi cogote diciéndome una y otra vez: Te comeré. Te comeré… Los dados marcan que avance 2+1... Vaya asco de números. Yo avanzo, porque si no lo hago, el suelo arde bajo mis pies. 4+3 suman los dados del demonio de rojo. Con el cuatro llega hasta donde yo estoy y me suelta: Te comeré. Yo le miro a los ojos mientras hace el ademán de morderme. De pronto vuelvo a encontrarme en la sala azul. La chica que me empujó para que saliera, se enfada conmigo.
— Noelia, tía, no has durado nada, no sirves para esto.
— ¿Y tú cómo sabes mi nombre?
— Porque tú me has inventado. Estoy en tu cabeza. Noeliaaaaaaa...
— ¿Noelia? ¿Estás bien?
Sí. Vuelvo a estar en mi casa, me había quedado dormida porque hoy no bebí café. ¿Se puede ser más cafre?
18/03/2022
Cambiamos, pero seguimos siendo nosotros
—¿Papá? ¿Por qué no has dicho que habías llegado?
—No quería molestar por si estabas estudiando.
—¿Que traes ahí? ¿La cena?
—Sí. Creí que podríamos tomar "Kebab" esta noche.
—Siempre es buena idea, papá — dijo la chica abrazándole fuertemente.
—¿Tienes algún problema en el instituto? Puedes contármelo.
—No... ¿Por qué?
Andrés cogió aire.
—Te he oído llorar. No es la primera vez, aunque siempre intentes mostrarte feliz.
—¡Ay papá! Es que quiero ser como tú.
—Ya somos iguales. Mira —dijo Andrés acercándose con Ainhoa al espejo del recibidor. —La misma altura, los mismos ojos, el mismo perfil, y el mismo mal despertar. Aunque tú tienes la preciosa sonrisa de tu madre... ¡Somos casi gemelos!
—Papá, a ver... ¿Te gusta que tu hija de dieciséis años nunca se deje crecer el pelo y lleve ropa ancha?
—Si mi hija se siente cómoda, ¿por qué no? Desde que tu madre nos dejó tan joven, creo que hay que ser feliz con uno mismo... Dímelo sin ningún miedo.
—Quiero ser como tú, papá.
—¿Así de guapo? —dijo poniendo una mueca absurda.
—Sí. Exactamente así. Lloro porque no soporto mis pechos y siento que no le pertenezco al cuerpo que tengo. Hace tiempo que sé que quiero ser un chico.
—Y yo hace tiempo que lo sé, pero te he dejado que TÚ lo supieras. No me importa si tengo un hijo o una hija. Pero siempre me sentiré orgulloso de ser tu padre.
11/03/2022
Pippi Långstrump, alias Calzaslargas
Comisaría de Täby, Suecia
—Sé que la situación en la que me encontraron no habla muy bien de mí, pero el tipo se lo merecía. Toda la ira que derramé sobre él, todo el asco que sentía, me repugnaba y me daban arcadas, pero lo superé. El hombre al que encontraron amarrado en aquel catre, señores agentes, no merecía piedad alguna. Era una rata inmunda que se ganó a pulso todas las quemaduras de cigarrillo, todas las uñas arrancadas de raíz, todos los cortes y cada uno de los golpes. Y todos los huesos rotos. Dejé que comiera y bebiera, pero no le quité las correas para que se meara y se cagara encima. Le dejé durante una semana así, atado y desnudo sin saber si era de día o de noche, con la luz encendida las veinticuatro horas en aquella habitación, con tan solo un camastro, una silla y una mesa, donde por el hilo musical sonaba en bucle la misma cación, la cabecera de la serie Pippi Långstrump. Después mandé a que le lavaran toda aquella mierda antes de terminar con él. Primero le corté las bolas y luego el "pajarito", y mientras se desangraba le escupí en la cara, y me reí de él cuando al fín abandonaba este mundo. Y cuando entraron en el momento álgido, me entregué obediente a ustedes, pues yo ya no tengo nada que perder, y la cárcel me sirve para pasar en ella lo que me quede de vida.
—Una pregunta señora Larsson, ¿por qué la canción de Pippi Långstrump?
—Porque Ronja, aquella niña de siete años que encontraron en Malmö, la última a la que violó y mató ese hijo de la gran puta, era mi hija. Tan pelirroja y pecosa como la mismísima Pippi.
08/03/2022
Vestida de muerte
Catrina se había puesto la máscara de calavera para completar su disfraz, junto a la diadema de flores y el vestido negro y rojo. Parecía recién llegada del Día de los Muertos de México. A lo lejos vio a Valeria, que se había apartado de la multitud para fumarse un cigarrillo a solas. La luna brillaba en la noche veneciana, y ella se veía espectacular como Capitana América. Unos tacones resonando en el silencio la hicieron girar sobresaltada, pero se tranquilizó al ver que era su compañera de trabajo, la tímida pero eficaz becaria. Cuando estuvo a la altura de Valeria, Catrina sacó un puñal y, sin mediar palabra, se lo clavó más de veinte veces. Por fin se deshizo de la zorra que le había arrebatado a Marco y esa noche durmió como no lo había hecho en mucho tiempo. Por la mañana el teléfono despertó a Catrina que, medio dormida, contestó a la llamada de Gina.
—¿Qué pasa? ¿Por qué me llamas a estas horas?
—¡Oh Catrina! La policía ha encontrado esta mañana el cuerpo de nuestra compañera. ¡La han asesinado!
—¿A quién? ¿A Valeria?
—No... ¿Por qué tendría que ser ella?
—No sé... —se maldijo por casi delatarse— porque es una mujer que se va con cualquiera, por ejemplo.
—Ahora que lo dices, Valeria y ella iban disfrazadas de lo mismo.
— ¿Pero a quién te refieres?
—A Gabriela, la de contabilidad. Es a ella a quien han matado. Pobrecita, acabábamos de saber que estaba embarazada, esperó a estar de tres meses para dar la noticia.
—Sí, lo recuerdo. Perdona pero tengo que colgar —respondió Catrina conteniendo las náuseas.
Al día siguiente, una camarera del hotel encontró a Catrina en la bañera, se había cortado las venas. Cuando la ambulancia llegó, solo pudieron certificar su muerte.