05/05/2024

Animales de compañía

VadeReto de Mayo 2024
Blog: Acervo de Letras


Viernes

05:59 de la mañana.

Tic-tac

Tic-tac

La hora cambió a las 06:00 y sonó el despertador.

Uno, dos, tres, cuatro… 

—¡Gervasioooooooooooo! ¡Me cago en tus muelas!


Cuatro segundos tardó Candela en enfadarse conmigo. Yo ya no sabía qué hacer con esta mujer. Mira que la quiero mucho, pero me lo ponía muy difícil.

Sus pasos descalzos resonaron por el pasillo. Estaba muy cabreada.


—¿Se puede saber por qué haces estas cosas, Ger? Jolines, tío. ¡Dos! Hoy han sido dos las cucarachas muertas en mis zapatillas. Pero a tí te da igual, ¿eh? Y te quedas mirándome como si la cosa no fuera contigo.


¿Qué podía hacer? Estiré mis músculos y me subí al respaldo del sofá para lamerme la pata izquierda. Se me había quedado enganchado algo de cucaracha.


—Bueno, Ger. Pórtate bien mientras estoy trabajando. No te subas al sofá, que ahí tienes tu rascador. Bendito el día en el que decidí tener un gato… 


Candela, como siempre, se había preparado en tiempo récord y salió de casa sin desayunar, y sin seguir entendendiendo que, los pequeños animalillos que le dejaba en sus pantuflas, eran para que comiera algo antes de su jornada laboral. Y no sólo no se los comía, sino que encima se enfadaba conmigo. Pero aun así era mi humana favorita. 


19:37 de la tarde. 

Me había pasado todo el día haciendo cosas de gato. Dormité, me aburrí, jugué a atrapar el haz de luz que da directamente a mi cama justo antes del mediodía, cacé una mosca, y volví a dormir. Entonces Candela llegó a casa sudando y roja como un tomate. Subir tres pisos sin ascensor es agotador para un humano, y si lleva una caja bastante grande, pues aún más. De un salto me planté delante de ella para olisquear el contenido de aquella caja.


—Aparta. Jolines, Gervasio. Déjame por lo menos descalzarme y que suelte el bolso.


Mientras ella hacía todo aquello e iba a la cocina para apagar su sed, aquella caja en medio del recibidor empezó a moverse. Con mi naturaleza curiosa, le dí unos toques con la pata y la caja comenzó a ladrar.


—¿Ger? ¿Ya estás haciendo de las tuyas? Deja a Bú en paz que ahora os presento. 


¿Bú? ¿Qué clase de nombre era ése? El mío, por lo menos, podía ser un tipo guay como Ger, o un distinguido señor como Gervasio. Pero Bú, francamente me sonaba como cuando un bebé intenta darte un susto.


—¡Quién me mandará a mí! Si es que de buena soy tonta. No tengo bastante con un gato, que encima me traigo a un perro. 


Pues bien, Bú era uno de esos perros nerviosos. Un chihuahua negro a quien le faltaba un par de cocidos. Yo también soy negro, así que con el color no tenía problema, pero es que, nada más verme, empezó a gruñirme y claro, yo le bufaba. 


—Ger, hombre… no seas así. ¿No ves que está nervioso por llegar a un lugar nuevo? Pero mira qué bonito es. No me he podido negar. Mi prima Cristina no puede hacerse cargo por el bebé porque le cela demasiado —dijo Candela poniendo voz de niña pequeña—. Por eso está así de nervioso y tiene problemas con uno de sus ojitos…


¿Perro bonito? ¿En serio? Puede que con ella se mostrara cariñoso, pero a mí me miraba con un odio que no era ni medio normal. 


23:53 de la noche. 

Candela se fue a dormir y empezaba la hora en la que me gustaba pasearme por la casa como un centinela. El perro roncaba en su nueva cama. Una que antes había sido mía. Pero a este gato que está aquí, aquello no le importaba.


Sábado

03:33 de la madrugada.

Me había quedado dormido, hasta que un ruido de estertores me sobresaltó sobremanera. Con el sigilo que me caracteriza, seguí aquel lúgubre sonido que llegaba de la habitación de Candela. La puerta estaba entreabierta, cosa rara, pues ella siempre la cierra para que yo no la moleste mientras duerme. Por otro lado, cosa que yo no haría jamás, ya que sólo doy vueltas por el comedor, el pasillo, la cocina y de vez en cuando, el baño. Nunca por las habitaciones.

El caso es que me colé en donde Candela y ví al perro sentado sobre el pecho de ella. El morro de Bú estaba a escasos centímetros de la boca de Candela y entre esa escasa distancia, vi una especie de neblina roja saliendo del chihuahua, intentando entrar en el cuerpo de mi humana. De ahí provenía el ruido y la reafirmación de mis sospechas hacia el horrible ser.

Tres, dos, uno… Me lancé sobre Bú y le arañé varias veces en la cara, incluso le mordí en el culo. Con la pelea, tiramos una de las lámparas de Candela, que se hizo trizas. Con el alboroto era normal que ella se despertara. Nos pilló en el momento en el que el maldito chihuahua me tenía medio ahogado por tener sus colmillos en mi cuello, y eso que yo le doblaba en tamaño. 


—¡Ah, no! ¡Esto sí que no! ¡Hasta aquí hemos llegado! A buenas horas se me ocurrió meter a otro animal en mi casa. ¿Cómo voy a fiarme de dejaros en casa a los dos juntos mientras tenga que irme a trabajar? 


Candela cogió a Bú por el cuello, que iba dando dentelladas al aire para morderle la mano. Se dirigió al armario empotrado de la entrada y le encerró con llave. Ninguno de los dos pudimos pegar ojo. Candela me llevó al baño para ver si yo estaba herido, y al ver que no, respiró aliviada y nos encerramos en su habitación. Estuvimos esperando hasta la mañana escuchando los horribles sonidos guturales de Bú mientras no paraba de rascar la puerta del armario con sus garras. 


08:00 de la mañana.

Al principio del fin de la pesadilla, recuerdo que mi dueña cogió su teléfono. 

—Buenos días, Cristina. Por decir algo. El chihuahua que me has endosado es un demonio de perro. ¿De dónde lo sacaste?

—Nos lo dejó la antigua inquilina de nuestro piso. Decía que no podía hacerse cargo de él. Al principio, bueno. Yo estaba embarazada y el perro, pues lo que pensábamos que era un chihuahua. Un perrillo nervioso y ya está. Pero desde que el bebé nació, hace quince días, estaba como loco por el día. Y por las mañanas, aunque el bebé dormía del tirón por la noche, se pasaba el día llorando y, tanto su padre como yo, nos levantábamos sin fuerzas. Era como si la energía se nos escapara durante el sueño, en vez de descansar. 


Las primas siguieron hablando un poco más y la cosa quedó en que Candela iría con el perro a casa de Cristina.


15:30 de la tarde.

Después de lo ocurrido, Candela no me quiso dejar solo en casa. Me metió en mi trasportín y lo acomodó en el coche. A Bú le metió en otro, más viejo. Durante todo el tiempo, nunca dejó de portarse mal. Incluso su trasportín acabó encajado entre el asiento trasero y el respaldo delantero. 


16:06 de la tarde.

Cristina abrió la puerta nerviosa. Candela, con un trasportín en cada mano, entró hacia el salón. 


—Y la vecina de la que me hablaste… ¿te dijo algo relevante respecto a este perro? ¿O te lo dio sin más? porque lo más normal, digo yo, es decirle al nuevo propietario, algo sobre las peculiaridades del animalillo. No puede ser que le pillara queriendo morder a Ger en el cuello. Y con mi Gervasio, sólo puedo meterme yo. Es intocable. 

—No. Solamente nos dijo que debía marcharse a Nueva Orleans y ya está. Se fue a Estados Unidos. Eso sí. Nos dejó un par de cajas con un montón de libros, y nos dijo que podíamos hacer con ellos lo que quisiéramos. Pero ni los hemos mirado porque, entre la mudanza, los últimos meses de embarazo y el nacimiento del bebé, estábamos algo desbordados. 

—Pues creo que es hora de ver esos libros. 


En aquella casa, Bú pareció calmarse un poco. Pero a su vez, el bebé que estaba en medio de una de sus siestas, se puso a llorar desconsolado.

Al cabo de unos minutos, Cristina y Candela llegaron descompuestas.


—¿Tu marido a qué hora termina su turno, Cris?

—A las seis. 

—Vamos a hacer una cosa. El niño y tú os venís a casa con Ger y conmigo. 

—Pero… 

—Pero nada. Le dejas un mensaje de voz a Miguel para que sepa qué hacer. Aquí dejamos a este perro del demonio junto a estos libros asquerosos y que se deshaga de todo. Si tiene que pedir ayuda a sus amigos, pues que lo haga. 


21:22 de la noche.

El timbre resonó en toda la casa. Manuel dio dos besos y un abrazo a Candela y luego, le dio uno más largo a su mujer acompañado de muchos besos en el pelo. Después, hizo lo propio con su bebé. 

—¿Os habéis deshecho de aquella basura? —preguntó Candela.

—Sí. Menos mal que mi compañero Walter sabe de esas cosas y me ayudó. En su país son muy creyentes y es frecuente la santería e incluso la magia negra como esta. Así que lo mejor es que no volvamos a casa hasta el lunes, para poder hacer una buena limpieza. El perro seguramente fue utilizado en los ritos de aquella desquiciada y por eso le llamó Bú. En honor a Belcebú.


Y así, es como fue el más loco fin de semana que jamás hayan visto mis ojos gatunos. Y es que... no siempre el gato es el malo.


26 comentarios:

  1. ¡Genial! Y que manera de reír. Es que me recuerda totalmente a mis dos "trastos"

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  2. En principio, tendí a darle la razón a Gervasio, aunque prefiero los perros. Y luego el relato fue confirmando esa impresión inicial.
    Besos.

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    1. Hola, Demiurgo. Yo también prefiero los perros, por eso decidí darle la vuelta al asunto. Eso sí, con uno de los perros que menos me gustan, los chihuahuas 😅

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  3. Buen relato mezclando santería con animales domésticos y lo mejor que el gato sea el protagonista. Saludos

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  4. El relato de atrapa de principio a fin y desde luego, el desenlace, resulta tan curioso como todo el relato, así que el chiguagua estaba endemoniado ¿ esa neblina roja que era? ¿ el espíritu maligno que lo poseía? me ha parecido muy ingenioso, bien trabado y muy entretenido..¡ enhorabuena! y conste que como veo al resto, me gusta más los perros, que los gatos, así que muy bien que esta vez el bueno haya sido Ger. Abrazo!

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    1. Hola, María!!
      El espíritu maligno se alimentaba de la energía de la gente, hasta que se topó con un animal tan sensible como un gato.

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  5. Hola Flor, a pesar de ser un relato bastante largo, no pesa su lectura pues lo haces bastante ameno. Desde el inicio captas nuestra curiosidad por saber qué está pasando. Me gustaron las sorpresas a lo largo del relato y creo que lo finalizaste de la mejor manera. Un relato bien contado y agradable de leer. Me encantó Gervasio. Saludos.

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    1. Muchas gracias, Ana.
      Difícil tarea el meterme en la mente de un gato, así que me serví de las conversaciones de los humanos para completar la historia porque, por supuesto, me parecía inviable que todo el peso del relato recayera en el animal.

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  6. Hola, Noelia.
    Relato genialísimo.
    Sí, has cambiado los roles del bueno y el malo. El felino siempre suele terminar llevándose la villanía. Pero es que cuando hablamos de perros pequeños... La vecina de mi madre tenía uno, que no estaba poseído por ningún demonio, que yo sepa, pero era un auténtico peligro: siempre queriendo demostrar lo bien que andaba de dentadura y mostrando su cara más salvaje.
    Me encantó la forma en que fuiste narrando la crónica, además, poniendo en primera persona al gato. Le da un tono más irónico e interesante al relato.
    Enhorabuena.
    Muchas gracias por el regalo para el VadeReto.
    Abrazo grande.

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    1. Me alegra qie te guste, José Antonio.
      Yo soy de perros. Tengo una perrita sin raza, adoptada hace 11 añazos (cumple 12 en unos meses). Una "mil leches" que llaman, más bonita que nada. Pero hay una clase de perrillos (chihuahua y mini pincher) que por carácter y fisionomía, no puedo con ellos. Tampoco me gustan los típicos que dan miedo, aunque casi siempre, de esos perror peligrosos y grandes, dan más miedo los dueños.

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  7. Un fin de semana bastante enrarecido. Entre el perro endemoniado y el pobre gato parecía que iba a ver una revolución que gestionaste con maestría. Muy bueno de principio a fin. Un abrazo

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    1. Muchas gracias, Nuria.
      Por eso me ayudé de las horas del reloj y darle así una estructura. Con la idea en mente, lo escribí como suelo hacerlo, siendodiseño un mapa y luego voy con la brújula 🧭

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  8. Hola Noelia.
    Me encantó que el protagonista que nos pone al día de todo lo que pasa el fin de semana, sea Gervasio. Y menos mal que fue él quien descubrió el verdadero encanto del perro endemoniado. Desde luego, yo amo los perros pero no me fio de esos pequeñajos, matones de barrio que siempre quieren demostrar que no son tan pequeños.
    ¡Buen relato! Un abrazo.
    Marlen

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    1. Muchas gracias, Marlen.
      No podía ser de otra forma. Los gatos están muy despiertos por la noche.

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  9. Me ha encantado tu relato! Al principio pense que el gato seria el homicida, del perro o de su ama! Pero tiene razón, no siempre han de ser los malos! Tienen mala fama los pobres! Ja ja! Un abrazote!

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    1. Ja, ja, ja nooooo.
      Gracias, Marifelita.
      Lo escribí haciendo desde el principio héroe al gato que cuenta la historia.

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  10. Usualmente los gatos son los emparentados con brujas y hechiceros, y me duele porque me encantan los gatos.

    Coincido en que hay mucha maldad en los perros y que estos son seres dados a los rituales de magia negra.

    menos mal habia un gato para proteger a los humanos.

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    1. Hola, José.
      No creo que ni perros ni gatos tengan maldad. Yo soy más de perros y por eso quise cambiar las tornas 😅

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  11. El hecho de haber elegido al gato como protagonista introduciendo a un perro como antagonista desde un punto de vista diabólico hace de tu relato algo muy interesante de leer, aparte de que está muy bien escrito, impecablemente.
    Enhorabuena.

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  12. Hola Flor, un relato genial, desde el principio estas deseando saber que pasará, me ha encantado.
    Un abrazo.

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  13. Hola.

    El problema, en este caso, más que el perro o el gato, eran los humanos que habían usado al pobre animal para sus ritos malignos.

    Me ha gustado mucho.

    Un abrazo.

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