Blog: Acervo de Letras
¿Recuerdas el día en que nos conocimos, Milena? Yo estaba como un flan.
Llevaba un mes yendo cada viernes a aquel club de jazz cuando, el maestro de ceremonias te presentó al público. Tú eras el nuevo fichaje tras la marcha de Anthony Fellows. Tu voz se pegó a mí como un chicle en el pelo, tanto que me fui a casa con ella en mis oídos hasta que por fin me dormí.
Pasaron dos meses más y siempre arrastraba a mi amigo Gerald a que me acompañara al club. Fue precisamente él quien ideó todo para que tú y yo nos conociéramos.
—Qué delicia de mujer. Parece imposible pero cada vez canta mejor —suspiré.
—Bueno, amigo mío —contestó Gerald—. He estado hablando con ella y ha accedido a conocerte.
—¿Cómo? ¿Estás loco? No pretendo incomodarla. Va a creer que soy uno más de tantos admiradores que tendrá —logré decir mientras sentía mi cara encenderse.
—No hay problema. Ya le he explicado todo.
—¿Qué tenías que explicarle?
—Nada. Termínate el whisky y agárrate a mi brazo.
Gerald me llevó hasta tu camerino cuidándome en todo momento para que no tropezara con algo. Abriste la puerta y tu voz al hablarme hizo que me estremeciera. Me habías tendido la mano para saludarme pero al ver que yo no reaccionaba, me diste un reconfortante abrazo. Tu olor a agua de rosas me desconcertó, no parecía un aroma para alguien que canta jazz. Luego, cuando nos fuimos conociendo más, supe que ningún otro perfume casaría tan bien con tu personalidad como aquel.
Accediste a quedar conmigo, un sencillo profesor que no podía verte. Un ciego al que todo el mundo decía lo guapa que eras y la suerte que yo tenía. No sé si es suerte el no poder ver tu cara y mirar tus ojos. Pero lo que sí es suerte, es poder amarte y ser correspondido. Este amor que para mí es a oscuras pero lleno de luz.
Tu relato resplandece con la revelación de la ceguera. Que sea un amor correspondido añade la luz de la esperanza y de la confianza en que el ser humano puede en ocasiones regirse por conductas que nada tienen que ver con lo que impera hoy en día, sobre todo en cuanto a prejuicios. Describes muy bien el ambiente y al lectura es fluida. Un gusto leerte.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias, Marcos 🌻
EliminarHola, Noelia.
ResponderEliminarDulzura, belleza, emotividad, reflexión, ternura... Ya sé que son marca de la casa, de este rincón que nada tiene de zombi, pero hay que comentarlo y subrayarlo. ¡Qué delicia de relato!
Muy curioso e interesante que hayas elegido a un personaje ciego para relatarnos una historia de Jazz. Dicen que cuando falta un sentido, el resto se agudiza. En este caso, ¿quién mejor para apreciar la belleza, la calidad y la destreza en la voz de una cantante? Pero más allá de lo que la música puede hacer sentir, también puede enamorar. Para él es realmente bella, pero más profundamente que su apariencia física. ¡Genial!
Muchísimas gracias por este regalo que se siente al leer.
Abrazo grande.
Gracias de corazón 💝
EliminarYo de jazz no sé mucho, así que fui a ciegas... De ahí a que el protagonista sea ciego. Aunque al final se revela su ceguera, la manera de describirlo todo son obvias, sobretodo en una segunda lectura, pues jamás el hombre hace referencia a la belleza de Milena (que lo es, faltaría más). Y en fin. Que la música entra por el oído y los invidentes pues tienen que agudizarlo más.
Que bonito y romántico relato, que pese a la ceguera consigue ser tan descriptivo! Un abrazote!
ResponderEliminarGracias, Marifelita.
EliminarLos ciegos también pueden describir 😊💖
¡¡Qué preciosa historia!! Me ha encantado.
ResponderEliminarLos que tenemos vista y no entendemos mucho de música, muchas veces cerramos los ojos para captar mejor los matices de lo que estamos escuchando...
Aplausos y Abrazo grande Noelia.
Exacto!!
EliminarMuchas gracias, Amaia. Se puede escuchar música en la oscuridad de la habitación antes de dormir, por ejemplo.
El amor no tiene fronteras incluida la de la visión. Un abrazo.
ResponderEliminarMichas gracias, Federico 🎤🎵🎶
EliminarUn relato dulce y tierno. El amor en sí mismo no tiene barreras, eso es invención nuestra... Un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias, lady_p 🎶
EliminarHola Noelia.
ResponderEliminarMe recordaste a Al Pacino en el personaje ciego de la película "Perfume de mujer". Con ese tango bailado tan sensualmente. ¡Un tango! Ritmo que, como el jazz, te envuelve en su sensualidad. Dicen que, en el antiguo Egipto se consideraba a la ceguera un don divino, como si los dioses hubieran concedido a los ciegos el don de la música en compensación por el sentido ausente.
¡Preciosa historia! Un abrazo.
Marlen
Muchas gracias, Marlen.
EliminarVaya con egipcios. Está visto que quien no se consuela... 😉😅
Hola Noelia, muy bonito el relato, curioso el perfume de agua de rosas, jeje, me ha llamado la atención. Has mezclado todos los sentidos en el relato, está lleno de sinestesias. Muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Ja, ja, ja 😅
EliminarMuchas gracias, Merche.
Yo nutilizo agua de rosas y no me parecía un aroma para una cantante de jazz. No me preguntes por qué, no tengo ni idea. Como que le pegaría más algo tirando a pachuli y canela... No sé, cosas mías 😊
Precioso relato, Noelia, muy buen giro cuando descubrimos que el protagonista es ciego y que nos deja el buen sabor de un final feliz. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Lola 🌷
EliminarEn una segunda lectura se ve claramente que algo pasa. Nunca describe físicamente a Milena porque no la ve. No podemos saber si es rubia, morena o pelirroja, por ejemplo.
Un emotivo relato, amor al son de la musica.
ResponderEliminarMuchas gracias, Arturo 🎶
EliminarHola Noelia, un relato emotivo con aromas y esencias. Un abrazo
ResponderEliminarGracias 🌷
EliminarMuy bello, me encantó la pareja del profesor ciego y la cantante de jazz. Se merece una continuación sin duda. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana 🎷🎶
EliminarSeguramente Milena es muy bella, como su voz. ¿Por qué los demas le mentirían al protagonista?
ResponderEliminarMilena, además de bella y talentosa, tiene una belleza interior, valorando al profesor ciego. Parece haber amor correspondido.
Besos.
Ja, ja, ja. Por supuesto que una mujer así es bella. Pero el dejado al lector quenla imagine, pues como el ciego, no la ha visto.
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