(I)
—Hej! Kommer du från Sverige också?
—¿Qué? What? Sorry?
—¿Tú no sueca? Sorry. Mi llamar Herman.
—Ja, ja, ja. Está bien. Lo tengo asumido, tengo pinta de guiri. Yo me llamo Flora.
—¿Guiri? Mi, espaniol poquito.
—No pasa nada, podemos hablar en inglés. We can speak in english.
Y así es como empezamos a hablar aquel sueco rubio, alto, guapo y yo. Él no pretendía ligar, o eso es lo que me dijo. Creyó que era sueca, porque yo desayunaba en la barra de la cafetería del hotel donde nos hospedábamos. El noventa por ciento de los huéspedes eran nórdicos. Y bueno, pues creyendo que era una compatriota suya, se acercó a mí para preguntarme si sabía a qué hora se podía acceder a la piscina.
El caso es que, era la primera vez que hablaba con alguien que viniera más arriba de Inglaterra, y pese a tener problemas en clase con los listenings, a él le entendía todo lo que me decía.
Mientras hablábamos, no podía dejar de mirar sus ojos azules, serenos como un cielo despejado, hipnóticos en plan: No puedo dejar de mirarlos.
Yo, que necesitaba de aquellas vacaciones más que nunca, después del exigente año que había tenido. Debiendo pensar en si dar por finalizada la saga de libros entre Eleonora y Arthur durante la Primera Guerra Mundial, o bien, empezar a dar forma a una nueva historia de amor, con todo lo que ello conlleva. Nuevos personajes, nueva época, nuevas tramas, etcétera.
Yo, que tenía el corazón a medio curar. Decidiendo que poner tierra de por medio tras bloquear a mi ex, era lo mejor que podía hacer. No podía creer que aquel guapo vikingo estuviera hablando conmigo. De facciones hermosas y voz envolvente, nos vimos cada uno de los veinte días de las vacaciones.
(II)
Diez de la mañana, temperatura perfecta, sol suave, pero no puedes fiarte. Siempre puedes quemarte cuando menos te lo esperas.
Dejo el libro de Jorge Bucay en la toalla y rebusco en mi bolsa. Doy con un tubo de crema solar que me dio mi amiga Melani. Curioso nombre para una forofa del bronceado. Ella es de esas personas que están morenas desde marzo hasta octubre sin esforzarse.
Empiezo a embadurnarme brazos, piernas y abdomen. Herman me ayuda con la espalda. Enseguida estoy rebozada en crema gracias a sus grandes manos.
Dice que va a ir al chiringuito a por cerveza, y me pregunta si quiero algo. Le digo que un té frío al limón. Nos damos un pico y me guiña un ojo cómicamente. Le veo marchar. ¡Pero qué guapo es! Aún no me lo puedo creer.
A los diez minutos unos niños me dan un balonazo. Yo les grito, pero hacen como que no me escuchan. Al venir a por el balón, pisan la toalla y casi me pisan a mí. Vuelvo a increparles, pero parece que además de no escucharme, no me ven.
Diviso a sus padres un poco más allá, y viendo que los niños no paran de jugar sin ningún miramiento, decido decirles algo.
Me pongo delante de ellos e intento hacerles saber amablemente que, por favor, vigilen a sus hijos, que hay sitio para todos... Ni caso. Parece que tampoco me ven ni me oyen. Grito, salto. Nada.
Herman llega con las bebidas llamándome. Está delante, a un palmo. Tampoco me ve.
Nerviosa y sofocada, me doy una ducha frotándome todo el cuerpo.
Al dirigirme a la toalla, Herman me pregunta extrañado dónde estaba. Miro sus manos, las palmas están invisibles... ¿Será cosa de la crema? Debo preguntar a Melani de donde la sacó.
(III)
Tras el incidente de la crema solar, todo transcurrió con normalidad aparentemente. Hablé con Melani sobre lo sucedido, y la realidad fue que me dio un golpe de calor. Volví a ponérmela, y nada raro pasó. La gente me seguía viendo.
Herman me dejó un libro de idiomas Svenska-Spanska, Español-Sueco. No era una novela, pero era muy entretenido y con unas divertidas ilustraciones. Era la hora de la siesta y empecé a notar que el sopor se apoderaba de mí...
—Jag heter Johanna. Och du?
—¿Qué? ¿Y tú quién eres?
—JAG HETER JOHANNA. OCH DU?
—Esto... Jag heter Flora. Creo. Pero no me grites, por favor.
—Var är Herman? Han är min.
—¿Puedes hablar en español? Yo no sé tanto sueco. No te entiendo.
—VAR ÄR HERMAN? VAR ÄR HERMAN???
Yo estaba atrapada en el libro de idiomas con aquella chiflada en una conversación de besugos terrorífica. Me gritaba y se iba poniendo cada vez más roja de ira. Hasta me agarró por los hombros y empezó a zarandearme. Un débil grito escapó de mi garganta. Al abrir los ojos, el preocupado rostro de Herman me estaba mirando.
—¿Qué pasa, my sweet señorita? ¿Un mal sueño?
—Una pesadilla con una chica llamada Johanna... Por lo que fuese, yo no le gustaba, y decía algo sobre ti. ¡Parecía tan real!
Herman, traspuesto, sacó una fotografía de su cartera y me la enseñó. En ella, se veía a un Herman una década más joven junto a una chica sonriendo a cámara.
—¿Es esta Johanna?
—Sí ¡No me digas que me has ocultado que tienes novia!
—No. Lo era hasta que murió hace dos años en un accidente de moto.
—Vaya... Así que es eso. Hacía tanto que no me pasaba... Sí, tengo ese don o desgracia. En ocasiones veo muertos.
Aunque muertos, también disfrutan de la playa. Seguro que son más respetuosos con el entorno que los vivos.
ResponderEliminarSeguro que sí, solo hay que saber como mantenerlos a raya 👻
EliminarUn don con algo de maldición.
ResponderEliminarMe quedó la duda con los pequeños alborotadores. ¿Eran muertos o sólo desconsiderados?
Que desesperada que estaba Johanna.
Bien contado. Un abrazo.
Hola Demiurgo.
EliminarEran niños alborotadores.
Si parece que hay poca conexión entre las 3partes,es porque son 3 relatos distintos que he hecho que tenga a los mismos protagonistas y que todo ocurra durante las mismas vacaciines.